martes, 14 de octubre de 2014

Habitación número 21

Lucas es un niño moreno con ojos respondones. La guitarra le queda grande y sus manos luchan para marcar los acordes. Su lengua asoma entre los labios y baila con cada nota. 
- ¿Entonces eras rica? – dice.
Invento un acento extranjero, marco mucho las erres y dejo que las eses se deslicen con suavidad por mis dientes.
- Un poco, pero el dinero no me interesaba – digo.
- ¿Y tenías un castillo? – dice.
- No, un castillo no. Vivíamos en una casa de campo en otro país y era tan grande que me perdía todo el rato. Pasaba días enteros sin ver a mi familia. Teníamos granjas de cerdos y vacas lecheras.
- Yo si tuviera mucho dinero compraría un castillo para vivir con mis padres.
- ¿Y vuestra casa?
- Mis padres dicen que se la llevó el agua y que ahora viven peces en mi habitación.
Cuando termina la clase, la madre de Lucas toca en la puerta con suavidad y luego se lo lleva de la mano por el pasillo.
Manuela llega siempre tarde, sola y con las pecas despeinadas. Su pelo rojo brilla con la luz de las velas. Se le engancha la mochila con el picaporte y luego se golpea con la silla en la pierna. No dice nada porque nunca dice nada. Sólo dice sí y no y gracias y hasta mañana. Aprieta el boli con fuerza y dibuja corcheas y semifusas hinchadas como pompas de jabón.
- Te va a salir un cardenal y te dolerá un poco si te tocas. A mí me salían muchos cuando jugaba al fútbol. Fuimos campeonas de Europa cuando eso todavía tenía sentido. Y me gustaba el dolor de los moratones, me los tocaba con el dedo, no podía parar. Es como cuando algo te pica y no puedes parar de rascarte. Ese tipo de dolor – digo.
Manuela sigue callada, dibuja globos aerostáticos elevándose por encima de un pentagrama de horizontes. 
- Yo era delantera y metía muchos goles.
Manuela se tropieza con la funda de la guitarra al irse, trastabilla un poco pero no se cae. Hasta mañana, dice, y en la puerta ya está esperando Carlota. Carlota es mi preferida porque hace muchas preguntas. 
- ¿Dónde aprendiste a tocar?
- Yo sola en mi habitación, con vídeos de Internet.
- ¿No tuviste una profe como tú?
- No, mis padres no quisieron. No podían pagarlo.
- ¿Mis padres te pagan?
- No, es diferente. Cuidado, se te escapan las notas.
- ¿Por qué es diferente?
- Así funcionan las cosas ahora.
- ¿Y antes?
- Antes yo tocaba en una banda y era famosa. No daba clases de música.
- Ah.
A veces me cruzo con los padres en los pasillos o en el comedor, y en sus miradas también hay preguntas. Quién es ella. De dónde viene. Yo me pregunto cuál será su escapatoria de este presente apelmazado, cuál será la ventana por la que sacan la cabeza y respiran.

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Raíces.



1 comentario:

  1. Qué bonito escribes. Soy capaz de visualizar a tus personajes en mi cabeza...

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